El Encuentro mítico
William Bouguereau, Flora y Zephyr.
El encuentro mítico
Bastarían unas cuantas flores sobre el césped
unas alas lo suficientemente fuertes
como para trasladar a dos fantasmas por la vida
y el beso que da cuerpo y despierta
aunque estén cerradas todas las tiendas de disfraces.
Y unas pocas estrellas que bailen
al ritmo de los cuatro vientos
y que vayan rodando por la noche
extendida como un mantel estampado de misterios
y palabras que dejan ecos rebotando
en la piel del discreto amanecer.
Y esos velos agitándose sobre las olas
de un mar bravo como un animal furioso
al que montamos
mientras nos sostenemos de un cometa rebelde
que quiere derramar su luz sobre nosotros
hasta fundirse en el retrato
de la primera explosión del deseo.
Bastaría aquella música que traduce todos los idiomas
para comunicarnos entre el silencio y el vacío
de las horas que se mueren en cascada
y ruedan por el tiempo sin destino
¿Alcanzaste a respirar, amor, antes de que ese mar
borrara la playa?
¿Alcanzaste a beber las aguas cristalinas
de la fuente de la memoria antes de verme desaparecer
entre las algas?
¿Notaste la fuerza del cometa que no quería soltarnos
antes de perderse entre las nubes rociadas
de sus tristes cenizas?
¿Has visto cómo se desnudan esas horas antes de morir?
¿Las has oído cantar junto al piano con voces tan altas
que agitan las campanas de las iglesias
y todas las flores de los jarrones se enlazan para llorar juntas?
Hay un árbol abrazado de anillos milenarios
y un gigante mitológico que hace girar al mundo
para que podamos encontrarnos
aunque nada tenga sentido y sepamos
que vamos a morir como esas horas mudas
y las estrellas y las mariposas
y los sueños
que dejan de respirar cuando se hace tarde
para cumplirlos.
Lila Calderón.
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