Animal cautivo

Hay que asumir que se es un animal, cautivo, entre los límites poco claros del espacio cibernético, universal, dudosamente real. Soy un animal... sólo tengo esa certeza y no me queda otra alternativa que escribir poesía para humanizarme. Tal vez debo decir solamente Escribir. Sé que no es la mejor manera para instalarse en un blog dispuesta a cazar espíritus. Pero tengo un hambre de pasión metafísica que convierte en Dios todo lo que toco.

domingo, mayo 31, 2009

Museo Magritte




































Para ver el Museo, use estas direcciones:

http://www.magritte.be/ 

http://www.magrittemuseum.be/

El museo surrealista de Magritte

Por Romina de la Sotta Donoso

René Magritte (1898-1967) fue uno de los creadores más singulares de toda la historia. "Es el hombre que transformó imágenes poéticas en poemas plásticos" dice Michel Draguet, director de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.

Figura esencial del Surrealismo -que entendió y vivió a su manera- domesticó como nadie a la conciencia y diseñó impresionantes enigmas, instalando el desconcierto. Su potencial subversivo da escalofríos: se adelantó por décadas al Pop Art y al Arte Conceptual, al asumir el nuevo estatus del objeto en la creación artística.

El martes se inaugura en el corazón de Bruselas el Museo Magritte ( www.musee-Magritte-museum.be). Allí se despliegan más de 200 creaciones suyas: pinturas, dibujos, aguadas, esculturas, afiches, fotografías y películas. Brillan obras maestras como "El retorno" (1940), "Sherezade" (1948) y "El imperio de la luz" (1954).

El museo también es singular. Se entiende a sí mismo como obra de arte, y por eso su frontis está vivo: desde la calle, en las ventanas pueden verse imágenes magrittianas en movimiento. Son nubes a la deriva en un cielo intenso.
Todo, en un edificio neoclásico completamente restaurado, gracias a la tecnología de punta avaluada en 6,5 millones de euros, que dispuso la compañía patrocinadora, y que permitió aislar los espacios expositivos de todo peligro ambiental. "Trabajé con GDF SUEZ para crear un 'espacio técnico' entre las paredes del edificio y su interior; lo llamamos 'la segunda piel'" explica Winston Spriet, el escenógrafo del museo.

Así se honra a este creador que a los 30 años, trabajaba como publicista para sobrevivir y cuya casa era sede de sus amigos surrealistas. Un artista que bebió del anarquismo, del Dadaísmo y del comunismo, pero que construyó su propio universo, pues sabía que, en una tela, la paradoja nos permitiría tomar conciencia de que somos esclavos de las convenciones. Un hombre comprometido a tal punto con la verdad, que desmintió la realidad de la percepción y del intelecto.

Lo declaró en 1947: "Ser surrealista es desterrar la noción de 'déjÀ vu'". Sin ello, la libertad era una quimera.



sábado, mayo 23, 2009

El gran Moliére (Francia 1622-1673)



Una escena genial de la película "Moliére", en el momento en que interpreta a un orgulloso y fiero caballo andaluz, al elegante francés y a un percherón.

Un dato interesante que va con el personaje. En su epitafio dice: "Aquí yace Molière, el rey de los actores. En este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace bien".

martes, mayo 19, 2009

Mario Benedetti (Uruguay, 1920-2009)
















http://www.elpais.com/articulo/cultura/Fallece/poeta/
Mario/Benedetti/88/anos/elpepucul/20090517elpepucul_4/Tes


Si Dios fuera una mujer

¿Y si Dios fuera una mujer?
Juan Gelman

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

viernes, mayo 08, 2009

José Emilio Pacheco Gana “Premio Reina Sofía”

































Fotografías del Encuentro de Poetas Latinos en México, Morelia, el año 2006, que estuvo dedicado a Pacheco, quien se observa al centro de la mesa de lecturas,  en la primera imagen. En la segunda fotografía vemos a Juan Gelman (sexto lugar de izquierda a derecha), quien fuera el ganador en la versión 2005 del mismo Premio .


José Emilio Pacheco (1939), es el ganador del “Premio Reina Sofía”, 2009.

El escritor mexicano fue distinguido con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que reconoce la trayectoria de un autor vivo.

El premio es de todos los mexicanos, dijo a "Europa Press" y en especial de los poetas y su poesía, el autor de "Batallas en el desierto" subrayó que la poética que se hace en México es de excelente calidad, aunque no ha sido debidamente reconocida en el resto del mundo. Y este premio, dijo, sirve para proyectarla.

Agradeció el premio en estos momentos "atroces" y "tan terribles que los mexicanos estamos viviendo". Comentó que "al ver cerrados todos los restaurantes, salas de cines y demás establecimientos parecía que estábamos viviendo inmersos en una película y que vivíamos un apocalipsis".

Pacheco pertenece a la Generación del 50 en México, y ha recibido distinciones como el Premio Iberoamericano Pablo Neruda y el José Asunción Silva al mejor libro de poemas en español publicado entre 1990 y 1995.


Saludamos a José Emilio Pacheco con un merecido ¡Viva México, lindo y querido!

martes, mayo 05, 2009

La industria del Apocalipsis

Por Gonzalo Márquez Cristo

-¿Viene por mí? –sorprendido pregunta el caballero a la muerte.
-Hace mucho que camino a tu lado –le responde la pálida figura de la guadaña.
Ingmar Bergman (Séptimo sello).



Que el progreso es tan solo una ilusión queda demostrado siempre que la naturaleza libera sus indómitas armas, pero que el infatuado ser del siglo XXI se atemorice como el hombre medieval ante la opción de una incontrolable epidemia, es inconcebible y, por decir lo menos, pintoresco. Cada año desde la más pérfida jerarquía mundial asistimos a la invención de un nuevo apocalipsis y obnubilados seguimos ese oscuro juego sin detenernos a pensar quiénes se lucran con la imposición de aquellos sombríos artificios. Y en forma particular: ¿quiénes ganan con la propagación de esa epidemia de miedo irradiada en el mundo?

La influenza común cobra decenas de veces más personas que la llamada influenza aviar o porcina –o que la desnutrición- y ahora nadie parece recordarlo. Sin embargo la idea de un exterminio global es inherente a nuestras psiques enfermas y adicionalmente incrementa las ganancias de los poderosos laboratorios farmacéuticos, desplaza gigantescas inversiones a otros sectores de la economía y como siempre impone una neblina sobre algunos agudos problemas que los políticos quieren ocultar.

La idea de un apocalipsis es tan necesaria para los productores de la realidad que sucesivamente todas las posibles pandemias encuentran su fértil escenario. La “vaca loca” y las influenzas, los desprendimientos de asteroides y la sempiterna posibilidad de una guerra nuclear, exacerban el terrorismo en el orden de lo imaginario, destinado a intimidar a una población ingenua, que olvida la fragilidad esencial de la vida.

Impasibles hemos visto durante la última semana como la Cuidad de México, la segunda urbe más populosa del planeta, fue condenada al oscurantismo ante el terror de una incipiente epidemia, y que sus ciudadanos fueron estigmatizados hasta el punto que naciones como Argentina, Ecuador y el Perú suspendieron unilateralmente los vuelos a ese país, verdadera bellaquería con una nación hermana, como si tras de ello se ocultara el perverso interés de desviar los gigantescos ingresos que México capta por su ejemplar industria turística, o como si sus políticos quisieran ocultar al interior otros graves problemas sociales y económicos.

Cuando contemplamos por televisión las calles desiertas de la megalópolis no podemos dejar de pensar en el Diario del año de la peste de Daniel Defoe (crónica de esta devastadora enfermedad en la Inglaterra de 1665), en La peste de Albert Camus (ficción sobre una epidemia en Orán) y por supuesto en esa obra maestra de Bergman,El séptimo sello, en la cual asistimos a la inolvidable escena donde la muerte es retada a una partida de ajedrez por un caballero proveniente de las cruzadas, y donde esta figura aciaga (el número trece del Tarot, la febril calaca, la victoriosa pelona), aceptará la contienda para derrotarlo con las piezas negras, investidas como es sabido, con su color predilecto.

Si en la antigüedad la extinción era un atributo de las divinidades tiránicas, hoy quedamos en manos de una virología, que como hemos visto, es excesivamente innovadora. La señora de la guadaña que al parecer es proclive a jugar ajedrez, ha sido superada por las más furtivas y simples criaturas invisibles. ¿Quién iba a imaginar que dios, el eterno, el infinito y omnipresente, iba terminar reducido a un cruento microbio?

En 1918 la llamada “gripe española” cobró 20 millones de muertos, el mayor holocausto médico de la historia. En 1957 la “gripe asiática” y en 1968 la “gripe de Hong Kong” cobraron numerosas víctimas, pero mucho menos de lo que suponían los sensacionalistas medios de comunicación. Con estos antecedentes hace pocos días se ha querido bautizar a la nueva epidemia “gripe mexicana”, lo cual reforzaría la tentativa de excluir a ese país, que con los omnívoros cerdos y los pobres ciudadanos a quienes se les sorprenda estornudando, pasarán a ser los estigmatizados, los marginados por el funesto régimen social que hemos construido.

Vivimos un Nuevo Oscurantismo, el instaurado por una sociedad traslúcida, degradada y abierta, que todo lo hace visible. Los vendedores de la guerra si no son más ingeniosos serán remplazados por los zares de los medicamentos. ¿Quién puede sostener que no estamos ad portas de la creación de una estirpe viral de laboratorio tal como hacen en la Internet los vendedores de los antivirus para sostener su gigantesco negocio? La adicción por lo escatológico está muy arraigada desde que la iglesia en siglos anteriores se encargó de propagar ese terror en pos de un infame enriquecimiento. Los profetas más prestigiosos del pasado como San Juan y Nostradamus tienen semanalmente una tribuna ecuménica para sus especulaciones catastróficas. Las pestes, los terremotos, los tsunamis, y desde hace seis décadas nuestras inventivas nucleares, atizan la pesadilla de la extinción de la especie humana en la Tierra. No pasa un lustro sin que el hombre, arrogante incluso ante la idea de su fin, no difunda la zozobra de su muerte colectiva.

La industria de la extinción deja cuantiosas ganancias y una enseñanza categórica: la ciencia no ha podido hacer nada para reducir el miedo en el mundo, la tecnología nunca ha trabajado para aumentar la felicidad sino la servidumbre, y como se ve en las imágenes de tantas ciudades del siglo XXI intimidadas en estos días por la “influenza porcina”, somos eficaces en multiplicar el terror.

Por lo cual, inermes y trastornados, debemos prepararnos para danzar entre las ratas como los habitantes de esa villa tomada por la plaga que describe Werner Herzog en su hermoso Nosferatu, porque en verdad cada día que vivimos es el último, con o sin la peste, que siempre está urdiendo un imprevisible y devastador asalto. Las montañas de cadáveres que quemaban en la Edad Media y la madre muerta que amamantaba a su hijo según describe Defoe en su reconocido Diario, serán imágenes recurrentes en nuestras pesadillas. Países estigmatizados, hombres con tapabocas y máscaras, y seres condenados a eliminar el contacto de las manos e incluso los besos del saludo, constituyen el miserable paisaje humano que estamos inventando.

¿Qué nuevo terror se gesta? ¿Otra guerra? ¿Otra enfermedad incontrolable? ¿Un virus más letal que el hambre? ¿Un descomunal acto terrorista? ¿Una peste informática para la que no existe cura por haber hecho metástasis en nuestras mentes? Sin duda todo lo anterior.

History Channel, en un programa sobre El libro perdido de Nostradamus, recientemente especuló evocando las predicciones cósmicas de los mayas que el mundo terminará el 21 de diciembre de 2012. Por lo cual sólo nos queda esperar que un Noé cósmico construya un arca espacial para salvar las especies animales y a su privilegiada familia, que supondremos será multimillonaria. Pero mientras tanto, atemorizados y en nuestra reconocida orfandad utópica, las palabras del sabio Epicuro de Samos irrumpen intactas dos mil años después como una poderosa y necesaria trinchera: “Así pues, el más espantoso de todos los males, la muerte, no es nada para nosotros, porque mientras vivimos ella no existe, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos”.

Y si esa reflexión no es concluyente para atenuar nuestro terror tal vez debamos afiliarnos a la secta que piensa que es imposible la extinción del mundo, simplemente porque ya ocurrió.

Texto publicado en la Revista Con-Fabulación Nº 77
por el escritor colombiano Gonzalo Márquez Cristo (1963).
.